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Al día siguiente, de nuevo pateo, pero aligerados por tener el material escondido en el tramo final de las pistas. Desde aquí solo nos resta media hora por un lomo herboso hasta la base de la pared. Tenemos delante dos cordadas, es lo que tiene el no madrugar por pillar el pequeño teleférico de la zona inferior. Al inicio un nevero, por el que subimos con zapatillas hasta la repisa de R1 ya me da la dosis de adrenalina y miedo del día. Según comentaban, los seguros emplazados en el itinerario estaban muy lejos y la caída estaba prohibida en muchos lugares, lo que ya me hacía presagiar que también pasaría canguelis escalando. La verdad es que no, ni lo mas mínimo. Los seguros, efectivamente están muy separados, pero la dificultad es muy asequible y asciendes cómodamente en todo momento. De todas formas hay que tener claro dónde te metes. Una vía equipada, pero no como lo que se estila hoy en día, si no con unas alegrías extras y dónde, efectivamente, es mejor no caer. Sobre opiniones también había escuchado de todo. Personalmente me gustó mucho. Una vía sencilla y muy larga, que finaliza en una bonita cima. De hecho ya es toda una clásica de los Pirineos. Lo único que no me gustó es el tipo de equipamiento: clavos móviles, muchos parabolts de 8 mm. y mucha mezcla de chapas inox con parabolts que no lo son. Manías de abuelo, pero que le dan un cierto cache al conjunto. El descenso se hace largo y nos deja bastante trinchados. Es llegar abajo y Mercé y Esteve, que iban en la primera cordada, nos sientan a la mesa y nos deleitan con un plato de rabo de toro exquisito, cosas del directo. Al día siguiente abortamos el plan inicial por cansancio e intentamos un poco de deportiva en Hourat. Elijo mal puesto que el calor es tan intenso que no permite la escalada al sol de ninguna manera. Al final, pequeño baño y jornada de descanso.
