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Al siguiente día queremos escalar en Riglos, atiborrado de gente, por cierto, pero el exagerado viento y frío nos hacen decantarnos hacia algo mas soleado, al menos por la mañana. Vaya verano extraño. Decidimos regresar a Rueba. Otra obra similar al Espolón Noreste, pero aún mas estética y perfecta. Se trata del enorme diedro con líquenes amarillos, que atrae todas las miradas de cuantos contemplan la pared. La vía por excelencia, de una lógica aplastante. También reequipada hace poco. Obliga a colocar bastantes seguros, pero la excelente limpieza de las fisuras hace que parezca mas que los colocas en granito que en conglomerado, ofreciendo una confianza total en el material. El largo difícil sale a vista, hecho nada habitual últimamente, pero esta vez suena la flauta. Excelente itinerario hasta R4….Después la cosa cambia durante un par de largos. Mala roca, hierba y abrazo al vacío excesivamente cerca, lo que te descoloca e incomoda durante esos metros. Hubo un roce entre equipadores con equipo-desequipo y ahora es un poco despropósito la cantidad de agujeros e hierros que hay a escasa distancia. Sinceramente creo que colocando ese tramo de abrazo al vacío, unos 10 o 15 metros mas a la derecha, con una graduación no superior a los largos inferiores, todos ganaríamos. Arriba, a pesar de la baja dificultad, vuelve a ganar intrrés gracias a una mega-travesía con mucho ambiente y vistas prolongadas. Muy recomendable para amantes de los grandes diedros raritos, quedaran sorprendidos porque es mucho mejor de lo que aparenta desde abajo. Por cierto, no os asustéis por la pinta del primer largo, después se deja hacer mucho mas de lo que parece, menos mal. Los mas delicados pueden rapelar desde R4 y quedarse con un buen sabor de boca, después ya se entra en terreno jabalí. Con Almudena.
